viernes, 17 de febrero de 2012

Carnaval en Manhattan


Era la mejor noche de todas, aquella noche iba a beber, fumar, bailar... y quizá con un poco de suerte me llevaría a casa a alguna mujer...
Esa noche, se celebraba la mejor fiesta de la ciudad, era la noche de Carnaval. Las familias adineradas reservaban todas las salas de baile, y allí estaría “la creme de la creme”.
Pero eso es lo de menos, a la fiesta que iría yo, poca gente la conoce, aunque si es cierto que también se verían caras conocidas, como por ejemplo, la mía. Y no es por presumir ni nada, pero a mi persona se la conoce por mi don de gentes y sobre todo por la lista interminable de mujeres que han pasado por mi cama. Se que no es algo de lo que enorgullecerse, pero gracias a eso se me conoce en todos los rincones de la ciudad... Si realmente supiera la gente de donde provengo, muchas personas se lo hubieran pensado antes de conocerme. Pero eso tampoco viene al caso...
Esa noche iba a ser el momento cumbre de mi vida, ya que apuntaría a lo más alto. En esa fiesta aparecería de un momento a otro la mujer más deseada y cotizada de todo Manhattan, Lilith von Dämon, hija del multimillonario Nicholas von Dämon. Aquella joven era la última pieza de mi rompecabezas y con la que culminaría la vida que he llevado durante los últimos cinco años. Si todo iba según lo planeado, aquella noche, Lilith caería en mis brazos.
Pero, adelantemos un poco más la historia...
Nueve de la noche, todos terminaban de cenar en los restaurantes más famosos de la ciudad, yo, por el contrario, había cenado en mi casa a la luz de una vela, a solas, tan solo con la compañía del servicio y mi mejor amigo y niñero en mi infancia, Zachary.
Al terminar la cena, fui a mi habitación a arreglarme, sacaría del armario aquel traje negro que dejé olvidado en lo más alejado del armario y le añadiría una capa negra y plateada junto con un bastón con la empuñadura de oro. Y sin olvidarme de la mascara, una replica exacta de la obra de teatro “El fantasma de la ópera”. Dejaría mi cabello dorado suelto, sin más.
A las diez en punto salía de mi casa y me subía en la limusina que tantos recuerdos me traía y donde tantas mujeres habían caído desesperadas por mi lujuria. Veinte minutos más tarde estaba a una manzana de la fiesta, donde le dije al chófer que parara ya que donde iba era un local clandestino y solo se podía entrar con invitación y mucha discreción. Me apeé y seguí andando hasta la siguiente manzana.
Una vez dentro todas las personas de aquella fiesta se giraron para ver quien entraba y por supuesto, la mayoría de mujeres me saludaron con una sonrisa de placer en sus rostros. Pero la que realmente me interesaba, estaba en la última mesa del local, hablaba con otras mujeres, a las que, por supuesto, ya había conocido muy íntimamente. Me acerqué con paso firme y saludé con esas dulces palabras que tanto gustaban a las mujeres.

- Buenas noches señoritas, ¿cómo va la noche?

Todas aquellas mujeres rieron con picardía.

- No tengo el placer de conocerla, si pudiera dedicarme unos segundos para saber su nombre, me haría la persona mas dichosa de toda la fiesta. - me acerqué a Lilith y le agarré la mano para besarla.
- Mi nombre es Lilith von Dämon, hija de Nicholas von Dämon.
- Disculpe que la tutee pero una joven como usted no merece que la traten como si de una vieja se tratara. - le dije con el mayor respeto que me habían inculcado. - ¿Eres tu la mujer a la que medio Manhattan desea tener a su lado íntimamente verdad?
- No sabría decirle, pero quizá sea cierto lo que sus palabras y rumores dicen.
- ¿Me permitiría acompañarla esta noche?
- Primero... me agradaría conocer su nombre.-
- Es considerable su petición, mi nombre es Alexandra Raven, y supongo que habrá oído de mi persona, aunque quizá todos los rumores sean bastante libertinos.
-Tiene razón, esos rumores que han llegado a mis oídos son un tanto lujuriosos, pero no descarto que usted sea una persona humilde.
- Me alaga Lilith. Si hiciera el favor de acompañarme a otra mesa donde podamos entablar una conversación las dos solas...

Lilith se levantó y se excusó con sus amigas, y me acompañó por toda la estancia del local a una mesa más retirada y en la penumbra.
Pasamos toda la noche hablando y bebiendo. Y mi meta estaba por llegar. Al rato de estar allí, salimos las dos del local, hice una llamada a mi chófer el cual nos recogió en la puerta y nos llevó a mi casa. Cuando llegamos fuimos a la biblioteca y serví un par de vasos bajos con wisky y un hielo. Tenía que dar el paso para que cayera en mis manos y disfrutar de una noche de pasión y frenesí.
Pasada media hora, Lilith me incitó a que la llevara a la cama con otra finalidad que la de dormir. A la que por supuesto acepté encantada.
Os contaría lo que pasó con gusto, pero no puedo desvelar lo que sucede en mis dominios más íntimos. Solo puedo deciros que aquella noche sucedió algo que ninguna de las dos podríamos explicar, nos enamoramos y a pesar de nuestros sentimientos, jamás pudimos estar juntas. Pero aquella no fue la única noche que compartimos habitación...

Humildemente me tengo que despedir aquí...
Gracias por deteneros un momento para leer mi última aventura libertina...

3 comentarios:

  1. ¡Ay que penica que no acaben juntas joer! Diox habría sido la mejor forma para poner fin a su trayectoria de libertinaje... Pero hay veces que no puede ser :-/ Me encanta cuando escribes así neni, yo no se si es que no tengo inspiración o si es porque soy más perra que el suelo xD

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  2. para cuando la siguiente parte?? perrraaaaaa pero cuenta sexo sexo oooooo

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